

ICPD
El Índice de Coherencia de Políticas para el Desarrollo (ICPD) es una herramienta creada para medir, evaluar y comparar el comportamiento de los países con un desarrollo humano sostenible, justo y equitativo. Nace con el objetivo de ofrecer una alternativa a la hegemónica y limitada visión de los indicadores que habitualmente se usan para medir el progreso, especialmente el Producto Interior Bruto (PIB). El progreso de un país sólo es progreso si es a la vez compatible con el de otros países y con el del conjunto del planeta. Por eso, para medir esta relación, hemos construido el ICPD. Las herramientas habituales son insuficientes y, en ocasiones, engañosas para medir adecuadamente el progreso o el desarrollo. El PIB, por ejemplo, mide únicamente el crecimiento económico de un país, sin atender a las razones de ese crecimiento o a la relación de ese crecimiento con los derechos sociales. Otros indicadores algo más complejos, como el Índice de Desarrollo Humano (IDH), siguen atados a una lectura simplista del desarrollo, en la que éste puede ser algo que cada país haga por su cuenta, sin tener en cuenta la relación entre el desarrollo de un país con la población de otro o con el conjunto del planeta. Frente a esto, el ICPD hace un análisis de las políticas desde la perspectiva del desarrollo sostenible, teniendo en cuenta no sólo los efectos que estas políticas tienen en ese mismo país, sino también en terceros países o en el conjunto del planeta. El ICPD muestra así el mapa completo del desarrollo sostenible
Hacia otro modelo de desarrollo :
El concepto de desarrollo está en constante disputa. Es usado tanto por aquellos y aquellas que limitan su significado a una visión más tradicional ligada al crecimiento económico como por quienes apuestan por un enfoque más complejo y proponen un concepto de desarrollo que busca transformar el modelo de convivencia global hacia uno centrado en el bienestar, los derechos humanos y la sostenibilidad ambiental. Las visiones más hegemónicas sitúan en el centro del desarrollo, ya sea como condición imprescindible o directamente como única manera de medirlo, el crecimiento económico. Así, durante décadas se ha evaluado el desarrollo considerando sólo las actividades monetizables, sin tener en cuenta otros elementos como son la sostenibilidad medioambiental, la equidad de género, la redistribución de la riqueza o la calidad de las instituciones (Unceta, 2009)3 . Para estos enfoques, el desarrollo consiste fundamentalmente en aumentar la renta per cápita. Frente a esta visión, otras propuestas incorporan elementos como la sostenibilidad ambiental, la equidad de género, los derechos humanos o la redistribución de la riqueza en sus visiones del desarrollo. Aquí, el concepto de desarrollo humano remite a la ampliación de las capacidades, libertades y opciones de todas las personas del planeta y de las futuras generaciones. Apostar por esta concepción, más allá del ámbito discursivo, debería llevar a los gobiernos a reconfigurar el escenario económico, social y político para garantizar el desarrollo humano para todas las personas del planeta.
